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martes, 22 de septiembre de 2015

Autobus a patas

Y cuando susurramos cosas que deberían gritarse a pleno pulmon. Y gritamos estupideces sin sentido que ni susurradas valen la pena. Sabemos, que algo estamos haciendo mal.

Que el problema esta en las mentes y no en el mundo que nos rodea.

Como quien se cree listo mientras su boca suelta patéticos comentarios sobre un niño del que no sabe nada, solo para que otros se rían, y creerse así mejor de lo que sabe que realmente es.

Mientras otros fingen, gritan, lloran. Se compadecen y se agotan. Y otros intentan no hacerlo. Nadie gana nuestra propia batalla. Ni la pierde. Salvo nosotros mismos.

Sumamos, restamos, y a veces, ni perdemos, ni ganamos. Solo intentamos. Y seguimos intentando. Y luego dejamos de hacerlo. Se nos agota el tiempo. Nos quedamos sin aliento. Y me paro a pensar por qué corro. A dónde voy. A dónde quiero llegar.

No lo se.

Y cuando realmente aparece delante de nuestros propios ojos algo que realmente queremos, ya ni podemos levantar las manos para tocarlo. Agotados.

Sin sentidos.

Y si me paso el camino andando. Y aquello estaba justo en el kilómetro siguiente, donde nunca llegué.

Qué hago.

No se vivir. Solo estoy improvisando.

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